El
Mg. Claudio Robles estuvo en Santa Fe para completar las Jornadas integradas de Capacitación que
organizó el CPAS con el dictado del segundo módulo denominado “La Evaluación
Diagnóstica y el Informe en Trabajo Social”.
Robles fue el encargado de conducir el
segundo de los dos seminarios que conformaron esta propuesta de capacitación
que impulsó el Colegio Profesional de Asistentes Sociales de la Provincia de
Santa Fe y que contó con gran participación de colegas. Su disertación tuvo
como objetivos reconocer y describir el proceso metodológico del Informe Social,
la especificidad de cada uno de sus momentos, y a su vez su integralidad. También
el Magister abordó la articulación de los contenidos teóricos acumulados y la
integración en la formulación de evaluaciones diagnósticas.
¿Qué debe
contemplar el Informe Social para transformarse en un documento de valor, para
no quedar descartado?
Por más que parezca una obviedad, me
parece que lo primero y más importante es que responda al objetivo por el que
ese informe ha sido solicitado. La falencia de muchos informes es que son
realizados por fuera del objetivo, o responden parcialmente. Me parece que en
ese sentido muchos trabajadores sociales no aprovechamos la posibilidad que ese
informe tiene de producir acciones determinadas en beneficio de los sujetos
para los cuales está pensado. Un informe tiene esa capacidad cuando aborda de
manera completa todas las áreas que tiene que incluir, sin caer en lo
anecdótico pero sin soslayar cada uno de los aspectos que se supone tienen que
estar presentes para que ese instrumento sea un instrumento técnico-científico.
¿Qué
preponderancia tiene en ese marco la interpretación que el trabajador social
incluye en el informe?
Creo que no solamente es necesario,
sino que es relevante e indispensable. Sin esa interpretación el informe social
se reduce a otra categoría. Un informe social es en esencia un informe de
naturaleza interpretativa. Eso es lo que lo constituye, como decía antes, en un
documento de carácter técnico científico. Por naturaleza el informe implica
descripción de los hechos que se constituyen como un problema y análisis interpretativo
y comprensivo.
¿Cuáles son
los limitantes con los que el trabajador social se encuentra a menudo a la hora
de producir los informes?
Hay una limitación general. Muchas
instituciones, en el contexto actual, imponen un carácter depreciado de lo que
es la intervención profesional al obligar a los trabajadores sociales a una
cantidad de intervenciones que no se condicen con la calidad de una práctica
profesional. Esto es una realidad. También hay algunas cuestiones dentro de
esto que son responsabilidad de cada uno de nosotros y del colectivo
profesional. Ver de qué manera esto se puede resolver.
Sin perjuicio de esta característica,
también podemos aprender a sintetizar los informes sociales. Es posible
hacerlos de manera tal que, aún respondiendo a la síntesis, mantengan la
calidad. No es necesario que un informe tenga determinada cantidad de carillas.
No es la extensión lo que habla de la calidad. Lo importante es que ese informe
social de cuenta de la intervención y refleje la interpretación que el
profesional le asigna a eso llamado un problema.
¿Cómo se
combate la automatización del proceso para evitar que se transforme en
rutinario?
Si el informe ya se convirtió en una
rutina es porque se ha burocratizado la intervención. No quiero generalizar porque
hay un aspecto de la rutina con el que convivimos en la práctica cotidiana.
Pero sí sostengo que no debemos permitir que el informe tome la forma de cliché
y no se habilite la sorpresa, que sea realizado bajo el mismo prototipo y se
convierta en una suerte de plantilla de computadora.
Hay algo que no incorpora el orden de
la plantilla: la interpretación. Puede haber aspectos relacionados en los
informes, cada uno no será sustantivamente diferente en su organización, va a
tener un núcleo de información similar. Pero eso no inhabilita a que la
interpretación tenga el sesgo de lo particular, de lo creativo, de la lectura
teórica que tiene que estar presente siempre. Ahí no hay plantilla que valga.
Eso es lectura técnico-científica.
Es importante
entonces reconocer la particularidad que nos brinda cada caso y evitar que la
automatización del proceso nos haga soslayar ese aspecto.
Exactamente. Esa singularidad que está
presente en cada caso es la misma que tiene que estar incluida a la hora de
registrar la intervención profesional. Si yo no he podido tener en cuenta ese
carácter singular que cada familia tiene, que cada sujeto o grupo con el que
trabajo tiene, seguramente que el registro de esa intervención también va a ser seguido bajo esa forma de cliché,
tomando en cuenta un universal y no el particular que cada caso tiene.
Creo que toda oferta al colectivo
profesional que tiende a pensar los aspectos instrumentales de la intervención,
como el registro en este caso, suele tener buena respuesta. Allí está también
la habilidad, la inteligencia de entender que no se trata solo de responder a
un “cómo se hace” un informe social. Por
eso yo no vengo a hablar de modelos de realización de un informe porque cada
informe se constituye en la práctica misma y dependiendo de su objetivo. Por
eso hay que saber aprovechar la demanda de estos aspectos instrumentales, pero
también partir de la dimensión teórica, epistemológica, ética y política en la
que cada informe también tiene que estar inscripto. Lo que escribimos depende
de todo eso.
¿Cree que las
instituciones de formación deberían ampliar la enseñanza al respecto?
Creo que hoy las unidades académicas
han fortalecido mucho la dimensión teórica del Trabajo Social. En ese sentido
está más trabajado. Pero hay algo que siempre aparece como desarticulado entre
la teoría y la práctica y es un déficit que todavía persiste. Yo escucho
incluso que los mismos profesionales jóvenes plantean que egresan de la
Universidad sin una suficiente práctica sobre el ejercicio escritural. Hay una
suerte de divorcio, todavía, entre la dimensión teórica y el registro de la
intervención que no es suficientemente trabajado. Me parece que ahí tenemos que
seguir trabajando en la formación académica, intentando que la dimensión
teórica sea bien capturada para integrarla en la práctica escritural. Es un ida
y vuelta desde la formación y desde la práctica profesional, tratando de
integrar las dos dimensiones: la teórica y la más operativa.
¿Cuáles son
las conclusiones que le interesa que permanezcan en los trabajadores sociales
luego de esta jornada?
Lo que más me interesa, y lo que más
me gratifica cuando escucho que se ha logrado, es poder problematizar algunas
cuestiones que habían permanecido silenciadas por creer que son así. Hay
cuestiones que la práctica las va naturalizando porque no las pone bajo
reflexión. Entonces, cuando un colega hace una evaluación de esta jornada y
concluye que le sirvió para repensar algunas cosas creo que el objetivo está alcanzado.
Creo que la propuesta está lograda si podemos volver sobre la fuente de que
nuestra práctica tiene que estar orientada por lo teórico, que eso debe
atravesar toda la práctica del registro profesional.
Y además me interesa que podamos
pensar la intervención profesional. No es relevante en absoluto la idea de cómo
se hace un informe. En tal caso esa respuesta el trabajador social la va a
encontrar solo, producto de una reflexión que incorpore toda esta información
conceptual y teórica. Un informe es el resultado de un proceso de intervención
profesional, no está desgajado. Es una síntesis de la intervención profesional.
Si ese informe no existe la intervención profesional todavía no ha terminado.
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