La Mg. Graciela Nicolini inauguró
las Jornadas integradas de Capacitación que organiza el CPAS. La Lic. en
Servicio Social dictó el primer módulo denominado “Familia y Justicia. Nociones
y prácticas en el abordaje de los ‘asuntos de familia’.”
Graciela Nicolini, Licenciada en
Servicio Social (U.B.A.), Magíster en Ciencias de la Familia (U.N.SAM.) y
Especialista en problemáticas de las organizaciones familiares (U.N.SAM), fue
la encargada de dictar el primero de los dos seminarios que conforman esta
propuesta de capacitación que impulsa el Colegio Profesional de Asistentes
Sociales de la Provincia de Santa Fe. su disertación tuvo como objetivos
ampliar conocimientos sobre las organizaciones familiares y sobre la
institución judicial, caracterizar los distintos actores que confluyen en el
interjuego familia-justicia, y analizar problemáticas familiares que son motivo
de intervención judicial.
A partir de
los paradigmas que plantea la institución familiar actual, ¿cuáles son los
nuevos desafíos que se presentan para los trabajadores sociales?
Creo que el mayor desafío es tener un
marco conceptual y legislativo nuevo frente a una realidad que no ha cambiado,
o que está en camino a cambiar. O sea, estaríamos en un momento de un proceso
instituyente, porque tenemos cambio del marco normativo pero nos faltan los
elementos, las políticas sociales. Entonces, creo que el desafío es cómo
implementar nuevos paradigmas, nuevas ideas, con recursos que no han sido
cambiados, que no tienen ni el Estado ni la familia.
A veces se generan dilemas, en donde
tenemos un “deber ser” pero no tenemos un “cómo llegar” a ese “deber ser”. Ahí
empezamos con estrategias como la red, la interdisciplinar, a averiguar los
recursos disponibles. Y no nos olvidemos que hay paradigmas que están pensados
desde una sociedad occidental, del primer mundo. La Convención de los Derechos
del Niño surge en países europeos que tienen satisfechas muchas necesidades.
Aplicadas acá, donde tenemos falta de recursos y diversidad cultural, presenta
otra encrucijada para el operador. Porque tiene que ajustar el paradigma a la
realidad cultural que lo rodea.
No puede haber un único modelo
hegemónico para pensar las prácticas. Cuando los paradigmas se instalan parece
ser que hubieran borrado todo lo anterior. Lo anterior sigue estando y además
siempre hay discursos alternativos. Cuando un paradigma es hegemónico parece que
los discursos alternativos no funcionaran. Y a veces, cuando uno tiene una
buena formación teórica, sabiendo que hay otras ideas que pueden funcionar,
también es bueno introducirlas. Por ejemplo, si yo pienso que todas las
familias son iguales y que no hay diversidad cultural, mal puedo intervenir
respecto de una familia migrante. El trabajador social debe tener distintos
aportes conceptuales para no pensar sólo desde el modelo hegemónico.
¿Es posible
que el trabajador social quede como rehén en el medio de las necesidades de la
familia y la falta de recursos que provee el Estado?
Siempre hemos sido un poco rehenes. La
mayoría de nosotros, salvo algunos colegas que están trabajando en diseño de
políticas, nos desempeñamos en la operatoria de esas legislaciones y de
determinados marcos conceptuales. Es decir, siempre estamos muy atravesados por
ese contexto. Pero siempre es positivo empoderarse de lo que un nuevo paradigma
da. En ese sentido la ley sirve porque nos permite exigir. No podemos quedarnos
solo en la queja que los recursos no están, también mientras tanto hay que
mover el avispero para que algunos recursos aparezcan. Y al mismo tiempo hay
que entender que hay algunas cuestiones que no puede llegar a regular la ley,
que siempre habrá excepciones, modelos de familia o de niñez a los que la ley
no les da respuesta, que quedan por fuera de lo que el modelo propone. Por
ejemplo, si lo pensamos en términos de niñez, muchos de los niños de Argentina no
tienen acceso a muchos derechos que se le reconocen.
¿Cuál es el
objetivo principal de la tarea del trabajador social en ese ámbito?
Creo que no hay recetas. Hay algo que
viene desde el origen del Trabajo Social y es poder pensar en la singularidad
de las situaciones. La ley y el paradigma te da un rayado de cancha, pero
después cómo jugás con esa cantidad de jugadores en esa cancha depende de cada
situación. El trabajador social tiene que desestandarizar y pensar cómo puede
actuar en la situación concreta con la ley, la teoría o los recursos con los que
contamos. Por eso creo que no hay receta sino que es caso a caso.
La judicialización no es buena ni
mala. En algunos casos está bien porque hace falta otra autoridad que ordene
algunas cosas. Y hay otros momentos en los que hay que trabajar desde lo asistencial,
desde los recursos terapéuticos, el acompañamiento, desde el crecimiento de la
autonomía, sin necesidad de judicializar.
El trabajador social tiene que tener
en claro qué le puede dar y qué le puede quitar la justicia. A veces no es
bueno judicializar rápidamente. Por ejemplo, la familia que confiaba en el
operador de campo, con el cual se iba a sincerar, una vez que judicializamos el
caso se retrotrae. Se ingresa en una lógica diferente y el trabajador social,
depende el lugar desde donde trabaje, puede hasta perder la posibilidad de
intervención.
Entrar en el campo judicial implica
resignar autonomía. Mientras estamos fuera las partes pueden acordar y
resolver, pero una vez que se ingresa en el dispositivo judicial hay otro que
va a decidir.
¿Cuáles son
las conclusiones que aporta este seminario?
Lo que trato de aportar es, primero,
poder pensar conceptualmente instituciones como son la familiar y la judicial.
Porque si no tenemos un pensamiento desde lo conceptual terminamos siendo
actuados por las instituciones. O sea, si yo no sé por qué hago lo que hago voy
a hacer lo que me dice otro que haga. Es una cuestión preventiva.
Y segundo, creo que es importante
poder entender la institución judicial, corrernos de algunos imaginarios,
conocer las limitaciones y saber que la familia también tiene ciertos márgenes
de maniobra. Y también saber que los operadores, cuando articulamos con el
sistema judicial, algún margen de maniobra tenemos para ajustar lo más posible
lo que ofrece la institución a las necesidades de la familia. Nosotros somos
los articuladores, tenemos que tener una participación activa porque si no
puede transformarse en una intervención iatrogénica.
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