* Por Lic. Vanina Gómez. Presidenta del CPAS.
Colegiad@s y colegas:
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25 sept 2012
Sobre la necesidad de interrogarnos y generar nuevos diálogos en torno al Trabajo Social en el ámbito de la Salud Mental
El proceso de formación en el
campo de la Salud
Mental hoy implica caminos estratégicos, contemplando abordajes interpersonales,
interdisciplinarios, multirreferenciales, intersectoriales, con una actitud
para operar en equipos de intervención e investigación que permiten favorecer y
potenciar la reflexión, análisis de ansiedades emergentes del espacio
profesional, con el fin de sostener la
salud de los profesionales vinculados a las diferentes áreas de intervención.
Por ello, en esta nueva gestión
de conducción comenzamos el Ciclo de Capacitaciones con la II Jornada de Ateneo “Salud
Mental, dispositivos alternativos y Trabajo Social” en un camino que requiere abrirnos a una
apertura de comprensión de nuevas conductas, invitar a interrogarnos como
sujetos de crisis y profundizar en el conocimiento de signos y tendencias, con
la potencial direccionalidad del cambio social y subjetivo como operadores de
la salud, con requerimientos éticos y profesionales, así como las líneas de crecimiento y
desarrollo para trabajar aspectos de la realidad y en consecuencia de la salud
mental; un proceso el cual nos permita establecer intercambios de experiencias
desde diferentes quehaceres profesionales específicos en sus diferentes
enfoques.
H. Fefubre hablaba de “profundidad sin misterio de la vida
cotidiana”[1], una profundidad
que genera condiciones de aprendizajes sociales, abriendo un potencial espacio
a la búsqueda y descubrimiento de caminos alternativos, como generadores de
realidades, coordinando acciones, permitiéndonos preguntarnos, proponer y
soltar interpretaciones, facilitar la creatividad individual y colectiva. Estas
capacidades productivas y transformadoras se desarrollan creando nuevas redes
sociales, modalidades innovadoras de articulación del hacer, pensar y sentir. Estas
nuevas formas constituyen a experiencias creativas y eficaces de prácticas sociales y políticas.
En este sentido como diría Ana
Quiroga “… al desorganizarse una visión
instituida del mundo, se abre una mayor oportunidad a la conciencia critica, al
análisis del revés de la trama de esa cotidianidad”[2]
La Salud Mental como
proceso y como representación social, es una construcción social de encuadres o
ejes coherentizadores de políticas, operaciones técnicas y elaboraciones teóricas
que como lo afirma Pichon Riviere “la
elaboración de un criterio de salud mental es a nuestro juicio el punto de partida
posible y necesario para analizar y evaluar, tanto las estructuras asistenciales
y las situaciones institucionales como los puntos de influencia en esas
estructuras o situaciones”[3]
Estas nuevas y complejas tramas
sociales muestran la necesidad de generar nuevos diálogos entre diferentes
espacios de saber desde los profesionales, las acciones políticas de
Ministerios, Municipios y Nodo, delineando nuevos horizontes de intervención y
respondiendo en su conjunto a las nuevas formas de demandas relacionadas con la
salud mental desde el padecimiento subjetivo no solo del Sujeto con quien
intervenimos sino también del Sujeto profesional en sus propias prácticas
profesionales.
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